martes, 9 de octubre de 2007

El amor es urticaria



Me eriza el café. Justo ahora quisiera extirparme cualquier cosa del cuerpo que me haga pensar en ti, tendría que extirparme yo del mundo.

Es necesario tenerte aunque sea de lejos, porque hay que sufrir no importa cómo y no importa tampoco con quien sea, hay que ser victima de mi mismo siempre.
Quiero tomar la taza que me hierve en la piel de las manos y hacer bullir mi cabello y mi frente; los párpados y cada una de las pestañas inferiores de mis ojos que se están quedando ciegos.
Tal vez el dolor físico ocupe la atención que tengo puesta en tu ausencia.

La ausencia es como el frío que se apodera de este líquido amargo. Es que no uso azúcar desde hace dos semanas. Afuera los árboles gimen, se quejan de la rabia del viento. Hacen las veces de una noche herida. Cómo pueden hacerlo, no lo sé pero son dolor conmigo. Café tibio, mis labios tienen una sensación antigua, de lengua quemada, de ausencia de sabor, de escozor y deseos de agua. Cuando te quemas la lengua el agua sabe a menos que nada, te molestan los besos. Y la ambigüedad negra del café produce nauseas.

Las historias que vale la pena contar son así, la promesa que se hace de lejos tiene que ser verdad. El café es depresivo, no él en sí, sino la cafeína y el conservador. El conservador es lo más deprimente que puede tener cualquier cosa. Quisiera ponerle un polvo a nuestro amor y enfrascarlo para que se mantenga intacto para cada vez que uno de nosotros se acerque a ese recipiente y quiera probarlo. El legado de un amor no cabe en un frasco, la urticaria no se puede almacenar. Viene de vez en vez a instalarse en tu piel, silenciosa; escuece, quema, te lleva hasta el punto del grito, te da calores, cóleras y luego con una solución líquida o algún ungüento rosa se te va. Lo malo son las cicatrices, cualquiera podría decir que la urticaria deja marcas imborrables; no es la urticaria, es la desesperación, es el cólera que te lleva a lastimarte tu mismo. No hay cicatrices de amor.

No hay manera de beber café frío, es inevitable escupirlo, no hablo de famosos frapuchinos sino de un americano que se te congela en las manos de tanto pensar que algo te falta. Preparas café para dejar de rascar las erupciones de los brazos, de las piernas, de las comisuras de los labios; arrancar las ámpulas que te crecieron en el alma, pero curiosamente él mismo decide volverse aire para que no puedas beberlo ni echártelo en la cara.
De pronto la taza esta llena de aire, del mismo que hace agonizar a las moras y a los naranjos que se duelen de la soledad de la noche del parque. Una taza es el lugar donde el calor del café puede trasmutarse en frío de viento postprimaveral.

Un sorbo, piel chinita.
El resto del contenido de la taza fue a dar al escusado con todo y taza.
Tu ausencia no se va con esto, ni con nada. La pedacería de cerámica barata y el escusado tapado me echan en cara que no estas para ayudarme a recoger este desastre y que yo no lo haré porque la urticaria ha cobrado fuerza.

lunes, 8 de octubre de 2007

El arte de ser con suavidad.

Soy una extraña criatura, el aire me lastima en la garganta, en la piel y en las pupilas de los ojos pequeños que tengo. Tengo párpados pesados y grandes ojeras, las lágrimas tiñen la piel de violeta, o verde, o verde violáceo, no sé pero las ojeras son porque me como las horas llorando o recogiendo pedacitos de hojas que se van secando por el frío de estos días. Las horas son áridas, dice la gente que se llama tristeza, yo digo que es arte, el arte de ser con suavidad suave, es ahí donde radica mi extrañeza, soy demasiado blando, enamoradizo, enfermizo y genuinamente retraído. Los sueños son el único lugar donde me siento cómodo, hace unos días aprendí que puedo manipularlos. Sí, sé que estoy soñando y cuando la situación se torna como una pesadilla puedo cambiarme de escenario o matar al ladrón que me persigue o despertar si la cosa se vuelve incontrolable. Despierto lleno de sudores, con el corazón punto de salirse de mi pecho y con los ojos hinchados, la adrenalina me recorre entero.

Todavía no puedo decidir con quien soñar, es raro ya que si puedo controlar lo que pasa también debería poder escoger a los actores de la escena. Definitivamente te elegiría porque tienes esas pestañas que guardan los ojos que más me gustan, confío que alguna noche pueda hacerlo.

Me he visto acostado enfrente de mí durmiendo, y yo observando la casa dormida, los perros roncando, los peces nadando silenciosamente para no despertarme. Me veo tan indefenso cuando duermo, sé que no me creerás pero es verdad, me he visto dormir, como si entrando a una habitación, en la cama estuvieses durmiendo tú mismo, desnudo o con un pijama blanco o sin camisa o sólo con calzoncillos, no sé como duermas pero yo me he visto así: durmiendo, pequeñito, indefenso, como esperando que me ataquen los demonios de la noche porque no estás para defenderme de ellos. tengo la sospecha de que si alguien estuviera a mi lado no se atrecerían a acercarseme pero nunca ha habido alguien que duerma a mi lado y me rodeé el cuerpo con su brazo o que respire en mi cuello para recordarme que sigue ahí. Por eso en las noches de miedo amanezco con rasguños en las piernas y en la cara. Los demonios esos no admiten a nadie más mágico que ellos y se sienten amenazados por mi presencia, por eso vienen a descobijarme o a decirme en el oído que pronto debo morir.

No he mencionado algo que me llena de vergüenza, desde que nací tengo unas alas muy raras en la espalda, ¿dónde más podría un ser tener alas? pero siempre las escondo bajo la ropa. Sé que no soy el único de mi especie porque los he visto en la calle, los identifico por el color aguamarina adentro de los ojos o por las ojeras. no son ojeras, es como un polvito que despiden y se instala en la parte baja de los ojos, no sé si sea su olor, todos se ven bien, me gusta verlos, saber que están ahí y la complicidad que siento cuando me devuelven la mirada. Cuando era pequeño, sentía que era el único, era como si apestara, la gente me huía siempre y luego,cuando me cansé de sus huídas, crecí. Fui descubriéndolos a todos, en los camiones, en la plaza o en la escuela, a mi se me notan mucho la alas, las ojeras, el timbre agudo de voz, pero hay unos que saben esconderse muy bien, podrían pasar perfectamente desapercibidos frente a las criaturas normales o que dicen serlo. Creo que a todos les debe ser más cómodo soñar porque en este lugar de aire conservador, agua salitrosa, tierra suelta y fuego escaso, aquí. Aquí uno no puede volar libremente, ni dejar de llorar para que no se den cuenta que no son ojeras lo que uno tiene sino polvo mágico verdemorado que nos ayuda a ver lo que los demás no ven, o no quieren ver. Empecé diciendo que soy extraño pero no porque lo crea sino porque las otras criaturas, que nunca tendrán alas ni aguamarina en los ojos, ellos lo dicen. He pasado la mayoría del tiempo aquí junto a mi cama o en el jardín, recogiendo pedacería de otoño o llorando por ejercicio, los ojos pequeños me duelen. Anoche intenté soñar con todos los extraños que he visto en la calle, en especial contigo, intuyo que tus alas son hermosas aunque no las he visto todavía. Soñé que aprendía a volar, nunca me había atrevido a ver mis las desenvueltas, dolían un poco más que cuando las ocultaba pero el dolor pasó cuando lentamente fui haiéndolas mover, cerré los ojos y el polvito del que te hable empezó a hacerme ver con el alma, vi a muchos más como yo, también volaban sobre la ciudad dormidibunda, en mi sueño estabas tú, yo, los demás, nadie usaba ropas, ni cadenas, ni se avergonzaban al tomarse de las manos o besarse, era una danza maravillosa sobre las otras criaturas dormidas que ni siquiera sospechaban de nuestra existencia.

Te detuviste frente de mí, acababas de extender tus alas, lo supe por el intenso color que despedían. Tus alas son hermosas, lo sabía, las mías me asustan por el fuerte olor a magenta que emiten pero se siente bien cuando el oxigeno me toca la piel. Tos ojos son más tímidos que los míos aunque más grandes y más claros. Siento algo en el corazón. No quería despertar pero así es la fantasía, no dura mucho tiempo. Espero encontrarte al cerrar los ojos, no sé porque nuestras alucinaciones se conectan pero me gusta. Sigo siendo extraño, pero las ojeras de mis ojos han empezado a desaparecer. Cuando te encuentre te preguntaré si te gustaría seguir volando a mi lado o si prefieres que me olvide de soñar.

Una piedra

Voy a regalarte una piedra. Un pedazo endurecido de la tierra; todavía no decido que tipo de piedra pero estoy seguro que será una piedra mi ultimo obsequio para ti...

Puedo regalarte una planta o un pecesillo rojo. La planta crecerá poco a poco, pero un día que se te olvide darle agua o platicar para ella, se morirá también poco a poco de tristeza, de soledad o de sed.

Mientras el pecesillo nadará silenciosamente en un pedacito de cristal con agua durante un año o dos, hasta que un invierno cuando te olvides de cambiarlo de sitio o renovarle el agua comenzará a producir bastante amonia para tragársela y envenenarse así.

Sin embargo una piedra no crecerá, ni nadará, ni se secará nunca, ni tampoco se envenenará en reproche porque no tienes tiempo para ocuparte de ella.

No te regalo una foto porque de pronto un día puedes encontrarla gritándote a los ojos que te amo, que tus besos siguen resecándome la espalda. Por eso lo mejor sigue siendo una piedra.

Pensé también regalarte un gorro igual al de los muchachitos que atienden el café donde me fui enamorando más de tu voz y aunque lo compré no voy a dártelo porque sentiré una rabia inmensa al imaginarte sonriendo para otra gente. Moriré de celos

Por eso será una maldita piedra. Ayer de regreso a casa encontré la indicada, es de forma oval y muy negra, es óptima. No le pondré moño ni tendrá caja.

Cuando te vea te la daré, guárdala en el bolsillo de tus jeans rotos y no digas nada. Déjala en tu cajón o como centro de mesa, haz lo que quieras con ella. Silenciosa, jamás te importunará, será un mudo recuerdo de lo que fuiste para mí, pero por favor no la tires.

Si alguna vez sientes que volverás a verme, métela de nuevo en los bolsillos de tus jeans y en cuanto me tengas cerca ¡Rómpeme la cara de una pedrada!