lunes, 23 de marzo de 2009

Esperanzas

"Dichoso aquel que no espera nada porque nunca será defraudado"

Pensando en la esperanza
me estremezco,
lo hago insignificantemente.
En silencio,
sola y sencillamente...
La esperanza es el disfraz de la cobardía,
y de otras cosas parecidas.
Es quedarse ahí, en donde quiera que uno esté
agarrado a un deseo, a una necesidad, a un sueño
es
pe
ran
do
.
.
.
Aguardando el momento en que como lluvia
nos mojen las necesidades resueltas, los sueños cumplidos,
los deseos hechos.
Para llover sólo el agua...
No es que esté mal ser cobarde o parecerse a uno.
Crecemos, a final de cuentas, es- pe- ran- do crecer.
Pero no se parece la espera de una hora fijada
a la esperanza de algunas cosas que algunos fijan en ningún lado.
Como si esperar que el amor triunfe sobre esta realidad apestosa
fuese lo mismo que dormirse para aguardar el amanecer seguro.
Pensaba por ociosidad curiosa
y me estremecí por urgencia sentimental.
Lo malo no es esperar...
quizás lo malo, es que por que esperábamos tanto,
tanto que nunca ocurrió;
nos cansamos del concepto, olvidándolo.
Por eso el estremecimiento.

sábado, 21 de marzo de 2009

El silencio de tus labios.

Odio el silencio de tus labios morenos:
Tirarse en caída libre de un risco,
Quedarse suspendido en medio de la caída,
escalofríos de incertidumbre desierta ,
de palabras,
árida,
de suspiros,
ávida,
de besos desconocidos.

viernes, 20 de marzo de 2009

Tarde de tierra mojada


Llegaste como la primer llovizna del año, inesperadamente e impregnando el ambiente con ese peculiar aroma de tierra mojada.
Llover es como un llanto de sonrisas.
Aunque el día se opaca, todo comienza lentamente a florecer en silencio.
La superficie sedienta del piso comienza a reflejar el ruido de las gotas
gotas
grandes,
pequeñas
gotitas,
gotas
normales,
gotas
aguadas;
agudas...
La plantas van abriendo sus ojos verdes y respiran, se abren de a poco al deseo del agua y se agitan.
El viento enloquece al contacto húmedo de esas gotas, sube, se aleja hasta el cielo, besa a las nubes, desciende y regresa, choca con el piso mojado, con las ventanas llorosas, se mueve desesperado, suspira y luego vuelve a la calma.
La gente corre, se tapa la cabeza con las manos, busca urgentemente refugiarse;
los niños sonríen levantan sus cabecitas abriendo la boca para tomarse la lluvia, los más afortunados danzan haciendo rondines entre las manos de la llovizna, los menos los miran por las ventanas sintiendose mojados.
Por último la tierra, que decir de la tierra que se entrega sin reservas, se extiende, se deja mover según la voluntad del agua, cambia su estructura, enlodece, se exita y detona una explosión de ese esquisito aroma que tanto me gusta.
Yo respiro...
Como los menos afortunados observo tras mi ventana, si a caso saco la mano para mojar mis dedos.
Inmediatamente imagino mi piel impregnada con la frescura del olor de todo el ambiente.
Yo suspiro...
Llegaste así, como esta llovizna.
Como si tu fueras las gotas
Y yo...
El viento:
loco
las plantas:
vivo
los niños:
sonriente
y la tierra:
amante
sobre todo la tierra, que enlodece...

martes, 17 de marzo de 2009

El miedo del alma


Hay algo en mis fotos actuales y en mi espejo que me echa en cara la constancia del cambio. Se está extinguiendo el tiempo poco a poco, va pasando a una velocidad increíble y yo estoy detenido, como pendiente de un hilito delgado de nailon que me permite ver la manera en que todo se transforma.
Hay miedos muy de todos, muy mios...
Mis ojitos almendra poco a poco se han ido opacando, sospecho que con las lágrimas y los años se ha ido formando un barniz mate que se va adhiriendo a la mirada.
La piel, luce morena de sol, se ha arrugado casi imperceptiblemente: una linea que corta la frente, las comisuras de los labios, el marco de los ojos menos vivos.
Los labios un poco más morados, parece que la mentira, los discursos largos, los besos escasos y seguramente el tiempo, los han ido resecando y oscureciendo. A veces amanecen partidos, a veces completamente cerrados.
El cabello más corto, más grueso, más escaso de vez en vez se pega al cepillo...
Cuando muevo las cejas, mis orejas se mueven como alas, eso no ha cambiado con el tiempo. Las cosas capaces de hacernos sonreír no deben desaparecer nunca.
Me puse a mover mis orejas para distraerme. Los labios erosionados elevaron de a poco sus comisuras, acentuando las arruguitas de la piel quemada...
Quería sonreír para no fijarme en el alma.
- Es cierto, ¡el alma no se ve en el espejo!
Pero en los ojos, te acuerdas que son ventanas.
A través de esa pátina opaca, pude verla asomándose temerosa, encogida y friolenta. Por eso quería sonreír, para no mirarla. Habla, no me gusta que hable.
Mencioné miedos recurrentes, miedos muy mios.
Con los años no sólo se ha modificado el cuerpo, es cierto, escondida en su ventana, mi alma me grita que las arrugas y la resequedad no importan.
¿Alguien se ha fijado, antes de crecer que el alma también es temerosa?
Ella no se fija en la calvicie, El alma tiembla...
Tiene miedo de que junto con el brillo ocular y el rocío de los labios se haya escapado su bondad.
Miedo de que con los rayos del sol se le hayan quemado las ganas de animar a mi cuerpo cambiante.
Se descubre sola, solísima en los adentros negros de este cuerpo que está envejeciendo.
Y llora, tiene miedo ya lo dije.
Miedo de no volver a sentirse amada.
Miedo de la perversidad que la acosa frecuentemente...
¡No quiere volverse mala!

jueves, 12 de marzo de 2009

Haceres

Entrar en tu mirada para poner tus ojos como nieve.
Ver tu figura de lejos, andando junto a otra gente,
querer llamarte y detenerme tras tuyo conteniendo la respiración.
Desear ser invisible para seguirte en la noche, en la ducha, en la tarde, en la dicha.
Soñar con tus ojos grandes, tus manos asperas recorriendo mis mejillas rojizas...
Salir de mi cuerpo como una mariposa transparente
para envolverte entero con la magia que tienen los seres que por naturaleza, vuelan.
Embonar mi cuerpecito en tus brazos: mi cabeza en tus hombros, mi ombligo bajo tu ombligo,
tu corazòn latiendo en mi nariz, tus manos en mi espalda baja, las mias en la tuya, alta.
Jugar con mis dedos nerviosos sobre tu piel nerviosa.
Besar todo, omitiendo los besos de labio a labio...

Encogerme como el ovillo con el que juega un gato:
enredado en sentimientos variados.
Callar para no decirte que fue sin querer,
de veras, sin querer:
Creer que te quiero.

miércoles, 11 de marzo de 2009

El miedo que mis pies le tienen al mundo.

Mis pies se tornan inseguros sobre el fango movedizo de este tiempo incierto y voluble...
Tengo en un rincón de la casa mediocre en la que vivo, una pequeña cajita que hace mucho tiempo hacía música al destaparla, hace tiempo también fue plateada y tenía un espejo en la parte superior. La tengo porque en ella guardo cosas que creo que pueden salvar a mi alma de esta crisis. ¿Por qué es siempre el alma la que busca una posible salvación? El cuerpo se muere poco a poco siempre, a veces de trsiteza, de sed, o de lo que sea, pero inevitablemente perece. El alma en cambio, PUEDE salvarse...
Eso esperamos todos. Por eso conservo la cajita que ahora emite un ruidito molesto como de grillos otoñales, en vez de música y su color antes plateado, ya es cobre puro, pulido por la lija de los años. Su espejo está roto en ochocientos cuarenta espejos pequeños que reposan en su estòmago.
Una joven me dijo hace ocho o diez estaciones que todas las personas somos como cajas: se nos puede llenar de casi cualquier cosa. Creo que por eso la conservo.
Mi madre, cuando ve que últimamente paso horas frente a ese objeto, se pregunta en su razonamiento de mujer premenopáusica, qué interés o qué porquerías puede guardar un muchachito como yo en una basura como esa. Quisiera responderle con mi voz de anciano juvenil. Pero me reservo mis palabras de viejo y aguardo ahí en mi rincón.
Hablaba del temblor de mis pies, imagino que no soy el único al que se le erizan toditos los poros al andar sobre este fango, sin embargo, no veo a nadie a mi al rededor para comprobar si también tiene miedo.
Fango, dije, movediza tierra aguada, soledad entera y mediocridad absoluta. Esa es la descripción del mundo que nos heredaron nuestros padres. De haberlo sabido, tal vez nunca se hubieran revolcado jurándose amor. Dándonos vida.
Pero el punto era el temor de mis pies y la desvencijada cajita.
Esta tarde escribiré a mi madre una carta, le diré, entre otras cosas, que deseo heredarle las cosas que guardaba en esa caja: la sonrisa infantil de las niñas morenas que se acercaban a la ventanilla de mi auto a pedir una moneda o un "te quiero" que nadie les daba, el dolor de la noche en que dejé de ser niño, el grito de agradecimiento que pegué al abrir los ojos a este mundito, su beso primero, el último del hombre que quise querer que me amara, y los restos de cariño que aún tenía en algun latido, de esos leves de mi corazón. Todo eso reflejado en los ochocientos curenta espejitos que esperaban impacibles en las entrañas de esa ex caja musical.
A lo mejor mi madre si PUEDE, con eso, salvar su alma de mujer pequeña de ojos enormes y gritones.
Yo, me retiraré lentamente. Después de firmar la carta, saldré a la calle, cerraré los ojos para no seguir viendo este cielo blancusco que se nos cae encima como aliento de fiera y les ordenaré a mis pies que abandonen la cobardía. Endureceré mi cuerpo como un tronco duro y marchito; dejaré que este fango me envuelva lentamente, que acaricie mi cuello quebradizo, que se meta por mis fosas nasales, rellenándome los huecos para luego desdibujarme definitivamente, para que mis tontos pies blandengues por fin dejen de ser tan temblorosos.

martes, 3 de marzo de 2009

Ojalá


Ojalá yo pudiera cruzar el Pánuco en una pequeña lanchita.
Acariciar a las gaviotas que volarían sobre mi cabeza,
hablar con los peces ocultos bajo la superficie fluvial agridulce,
esquivar el sol con una mano y luego otra. Con todo el antebrazo.
Ojalá pudiera pensar en ti al subirme a la lancha y verte al bajarme,
pensarte solo, ocho o nueve minutos, besarte después.
Ojalá Dios me hubiera hecho veracruzano, bajito, sin talento y sin alma...
Ojalá yo hubiese nacido feo y del otro lado de tu río.
Si eso me hubiera ocurrido, no hubiese viajado toda una noche para dejar de pensarte.
Para descubrirte: mediocremente apuesto y completamente estúpido.