viernes, 6 de febrero de 2009
Pensar en ti
Pensar en alguien no es pensar. Cuando pienso en ti…
Recuerdo:
Un olorcillo dulce, como de alfajor (blanco con rosa, blando)
A lo mejor se me juzgará de inoportuno, por olerte,
no es que ande yo oliendo a la gente o a las cosas.
Es que a menudo los olores se pegan a mis ropas,
y por efectos estelares se convierten en recuerdos.
Los más afortunados llegan a tener historia.
Evoco:
Los ojos que a pesar de no ser tan grandes,
frente a los míos, crecen inmensos, como dos cielos de noviembre.
(las noches del onceavo mes tienen un color como de petróleo, con sólo una estrella o dos al centro de su cielo)
La mano derecha que de cuando en cuando revuelve tu cabello,
de vez en vez ajusta tus anteojos,
de vez en cuando se junta con la mano izquierda, mientras me hablas, como para orar.
Esa mano que de cuando en nunca toca ninguna de mis manos.
Las evocaciones son sueños pequeños, recién nacidos.
Imagino:
Dos rebanadas delgadas de mamey que se mueven mucho para hablar de la gracia de Dios, de la oportunidad que representa un día para cualquier vida y de milagros históricos.
Tus labios. Tan cerca del evangelio y tan lejos de los míos.
Un rostro completo con una cicatriz en la frente que lejos de parecer un defecto figura el rasgo que el escultor necesitaba para capturar la belleza entera.
Tu carita transparente tan igual a la juventud de los ángeles.
Un sonido y un movimiento semejantes a la felicidad.
Tu sonrisa que frena el ritmo de las horas, arrancándome más de un suspiro involuntario, cuando asalta tus labios.
Deseo:
No olvidar nunca el aroma de tu aliento (blando, rosa y blanco)
Poder llegar a mirarme en el reflejo de dos cielos de noviembre y quizás, descubrirme enamorado.
Atreverme a mover mi mano derecha para tocar de vez en cuando cualquiera de tus manos y darme cuenta que aún no pierdo mi capacidad de asombro.
Saber a que sabe el mamey, para morirme un momento.
Sentir con los ojos cerrados la cicatriz que encierra el misterio de la belleza, para así, creer más en tu Dios o en el mío. Para creer.
Y, detenerme como se detiene el tiempo cada vez que el mundo escucha ese sonido y siente ese movimiento tan parecidos a la felicidad,
Así que pensar en ti, efectivamente, está mal dicho.
Te recuerdo, te evoco, te imagino y te deseo,
pero por comodidad o miedo,
diré que sólo te pienso.
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