Un día quise pedirle a mi madre que me arrancara el corazón y lo cocinara como sopa de tomate.
No teníamos nada para llevarnos a la boca.
Habría solucionado dos cosas:
el hambre de mis hermanos
y esta sed de sentirme amado,
aunque sea,
un poco querido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario